Se cumplen 20 años de la visita del papa Juan Pablo II al Rocío. El 14 de junio de 1993 fue la primera vez que un sucesor de Pedro se postró, como un rociero más, a rezar ante la Virgen del Rocío. Un día para recordar en la secular historia rociera.
El papa Wojtyla aprovechó su cuarto viaje a España para visitar, entre otras ciudades, Sevilla y Huelva. Aquel 14 de junio, su viaje le llevó a tierras onubenses, con especial atención a los lugares colombinos, pasando por la capital, Moguer, Palos de la Frontera, La Rábida y, como broche final, El Rocío.
Más de 25.000 personas esperaban desde muy temprano que Juan Pablo II llegara a las plantas de la Blanca Paloma, como lo hicieran sólo 15 días antes miles y miles de rocieros (el Lunes de Pentecostés de ese año cayó el 31 de mayo).
Lo hizo entrando por la Puerta de las Marismas y bendiciendo uno a uno a los 90 Simpecados de las Hermandades rocieras que se alineaban en los laterales de la ermita. Posteriormente se reclinó para rezar ante la Virgen, adornada con claveles rosas y en su paso procesional que relucía como pocas veces. Mientras el Papa rezaba, la multitud que se agolpaba en los alrededores de la ermita le acompañaban en un respetuoso y ‘sonoro’ silencio.
La jornada rociera de Juan Pablo II finalizó con su intervención desde el balcón de la ermita, realizada para esta visita y que no se volverá a abrir hasta que otro Papa visite la aldea, interrumpida numerosas veces por los rocieros congregados para escucharle con olés, palmas y sevillanas. Su alocución, como no podía ser de otra forma, terminó con los clásicos,
¡Viva la Virgen del Rocío!
¡Viva esa Blanca Paloma!
¡Que viva la Madre de Dios!
Una hora después de su llegada y a los sones de la Salve Rociera y la Salve de la Misa del Alba se marchó en dirección a la capital hispalense, dejando para el recuerdo sus palabras y su imagen postrado ante la Virgen del Rocío.
(En el min. 2:40 del vídeo aparece el momento en el que el papa bendice el Simpecado de nuestra Hermandad)